Considerado “el mejor presidente de la historia de Brasil”, unió récord de aceptación con bajas en el desempleo y la pobreza. La desigualdad y los casos de corrupción, sus puntos oscuros
El fenómeno del lulismo, tal como lo definen los cientistas políticos al intentar explicar ese mito en construcción, se inició desde su trayectoria como líder sindical en Sao Bernardo do Campo, una de las ciudades del cordón industrial paulista y se consolidó con su llegada al gobierno en 2002, su reelección en 2006 y se cerró en la campaña que permitió elegir a su sucesora Dilma Rousseff.
El carisma del mandatario brasileño también alimentó ese fenómeno desde el discurso y lo gestual al recordar historias propias con las que se identifican los sectores más pobres de Brasil, con un lenguaje llano y popular, una apelación permanente a la defensa de los derechos sociales.
“Bajo sus ocho años de gobierno, 28 millones de brasileños salieron de la pobreza extrema; otros 30 millones ascendieron a la una nueva clase media que por primera vez es más de la mitad de la población del Brasil, y como si fuera poco, los pobres ganaron más que nunca, y los ricos también ganaron más que nunca”, describió Pablo Gentili, director de Flacso Brasil, al hablar de “una revolución social” del gobierno de Lula.
“Su popularidad es resultado de la eficacia de la política social”, afirmó el cientista argentino en diálogo al
destacar que Lula da Silva “no hizo un gobierno socialista, sino un gobierno de socialización” que tuvo sus ejes en la lucha contra la desigualdad, la pobreza y la injusticia social “sin el componente del antagonismo de clases”.
Su popularidad y su predominio sobre el Partido de los Trabajadores le permitió elegir e imponer a su sucesor y abrir la posibilidad de una nueva ruptura en la política brasileña: si Lula da Silva fue el primer obrero sin título universitario en llegar a la presidencia, Dilma Rousseff será la primera mujer en romper la hegemonía masculina.
El protagonismo internacional de Brasil tuvo en Lula a su principal propagandista. Visitó 85 países en 670 viajes y abrió fronteras comerciales. Amplió relaciones por fuera del eje occidental. Su relación comercial y política con Irán, condenado a nivel mundial por no sincerar su armamento nuclear y por violar los derechos humanos, fue uno de sus puntos más polémicos.
Para los analistas, Dilma Rousseff no ocupará el mismo lugar a nivel global. “Creemos que habrá una disminución del perfil externo de Brasil, que será un actor menos importante que hasta ahora en la política internacional”, dijo Marcos Azambuja, ex embajador brasileño en la Argentina, quien es el vicepresidente del Centro Brasileño de Relaciones Internacionales (Cebri), una respetada organización no gubernamental dedicada a debates sobre temas de política externa.
Según el embajador, la búsqueda de protagonismo de los últimos ocho años llevó al gobierno de Lula a cometer algunos “errores fundamentales”, entre ellos “la indulgencia excesiva hacia gobiernos autoritarios populistas de América Latina, a empezar por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez” o el de Evo Morales.
Azambuja también tildó de “equivocada” la decisión de Brasil de hospedar en su embajada en Tegucigalpa al presidente derrocado de Honduras, Manuel Zelaya, quien “convirtió a la embajada en rehén”, y a la decisión de Lula de aliarse a Turquía para intentar resolver la crisis en torno al programa nuclear de Irán.
La estabilidad política y la consolidación de las bases económicas trazadas por su antecesor Fernando Henrique Cardoso mejoraron el clima de negocios. Brasil pasó a ser la plaza más buscada por los inversores internacionales.
Ya es la octava economía del planeta y si sigue a este ritmo, puede llegar a ser la quinta en 2015. Salvo la recesión de 2009 por la crisis financiera, el PBI brasileño siempre fue positivo en su gestión: 27,2% de alza en ocho años. Este año cierra con un crecimiento récord de 7,6 por ciento.
El logro de Lula fue, además, haber sabido distribuir esa riqueza extraordinaria. Los datos que el gobierno puede mostrar en reducción de pobreza se deben en gran parte a los 7.600 millones de dólares que el gobierno destinó cada año a planes sociales, como el “Bolsa Escola” y “Hambre Zero”.
Más de 30 millones de personas abandonaron la pobreza o la pobreza extrema. Se crearon 15 millones de empleos formales de trabajo, en un universo de 120 millones de pobres y personas por debajo de la línea de pobreza. El empleó creció 14% y los salarios tuvieron un incremento de 53%, en el que la inflación logró ubicarse entre el 4 y 5 por ciento. Eso se traduce en un mercado interno más sólido con una tasa de desempleo récord de 5,7 por ciento.
Fue la administración Lula la que en el tramo final de su gestión llevó a cabo lo que millones de brasileños aguardaron por años: el combate abierto contra el narcotráfico focalizado en las favelas cariocas, un rubro en el que el gobierno de Rousseff deberá profundizar para llegar al mundial de 2014.
Será la desigualdad la cuenta que quedará en la columna del debe en el balance de Lula. El 42,5% de la riqueza brasileña está en poder de 10% más acomodado de la población y el 10% más pobre recibe sólo 1,2% del PBI, según lo que se desprende del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE).
La gran incógnita es qué hará Lula a partir del 1 de enero de 2011. “Paro el motor y voy a descansar”, afirmó. Envió mensajes contradictorios sobre un posible tercer mandato en 2014. Primero dijo que era un personaje político y que nada se podía descartar. Consciente de cuánto puede condicionar su figura a la gestión de Rousseff, afirmó luego que una reelección de su candidata sería lo ideal para consolidar su liderazgo político.
Pocos lo imaginan retirado de la cosa pública. Se lo nombró para presidir la Unasur. Evo Morales lo postuló para que sea secretario general de Naciones Unidas. Lo cierto es que entre sus proyectos figura armar una fundación para el desarrollo económico y estar al pie del cañón para lo que Dilma necesite.
Mientras tanto, el ícono no para de agigantarse. Saldrá un cómic con su vida, ya fue estrenada su película y hasta uno de los últimos grandes campos petroleros descubierto por Petrobras fue bautizado con el nombre Lula.
Comentários